A Blanca Pimentel la habían sorprendido de ronda con su enamorado. La persona más inesperada. En el lugar menos oportuno. Con su padre, un hombre acostumbrado a hacer de su palabra ley, criado en las viejas creencias del honor y la hidalguía, aquel desliz era un atentado a la virtud, una mancha en su honra.
«Si vuelves a verlo te muelo a palos». Eso le dijo cuando la envió castigada al sobrado. Sencillo, sin complicaciones, muy en su estilo. «Y a él lo mato», había apostillado, sin especificar si lo mataba sin más o solo si hacía por verla.
La primera noche de encierro fue una pesadilla para Blanca.
Cuando cerraron la puerta, echaron el cerrojo y se quedó sola, buscó a tientas el catre que había en aquel trastero desacomodado y sucio. Un sinfín de pensamientos acudió de pronto a su cabeza, pero la tensión acumulada, el dolor lacerante que sentía y la humillación sufrida la dejaron tan exhausta que pronto se quedó dormida. Fue un sueño intranquilo y breve que no se prolongó más allá de la medianoche. El frío la despertó, pues no tenía otro abrigo que la saya que vestía y, en el sobrado, que estaba techado a tejavana, se colaba el viento con facilidad. Leer más
Antonio avisa a su madre para que no se preocupe: «madre, madre, que me voy»
Antonio va a dar un paseo, como hace todos los días después de trabajar. Antes de salir avisa a su madre, para que no se preocupe: madre, madre, que me voy. Debe gritar porque la mujer está mal del oído, vencida por la edad, y le cuesta enterarse. Baja deprisa empinada la calle de fachadas blancas y balcones enrejados, con ese paso desacompasado que tiene y que algunos les resulta un poco cómico. Saluda a un par de viejos que toman el sol de la tarde en el mentidero de la esquina y deja atrás el pueblo por la carretera de abajo. Toma el desvío del camino largo, que está asfaltado unos metros, hasta que gira y se pierde entre el olivar, y entonces se libra de la piel oscura y queda a la vista la tierra reseca y blanquecina. El hombre se cruza con un par de coches, gente que vuelve del tajo, y saluda. Aquí se conocen todos. Es un pueblo pequeño, cada vez más vacío y más solo. Leer más
Huyendo de la guerra. Un texto basado en un pasaje sin desarrollar de mi última novela.
Se agotaba el siglo XVI y la guerra seguía su curso. Viejos reyes y viejas rencillas. La historia de siempre. En las Azores, unas islas se habían declarado a favor del español y otras a favor del portugués. La intolerancia crecía cada vez más, las denuncias anónimas menudeaban, se señalaba al vecino, al familiar, y se ajustaban viejas deudas. Se encarcelaba e incluso se mataba a cualquiera por la simple sospecha de simpatizar con el enemigo.
Joao había muerto durante un desembarco. O eso le habían dicho a Blanca. Su recuerdo, que no dejaba de estar presente en su conciencia, con el tiempo dejó de ser doloroso para convertirse en una cicatriz profunda y sensible que de vez en cuando le daba punzadas en el corazón. Y, sin embargo, el camino del norte, el que bordeaba la heredad de la familia de Joao, la llamaba con tanta fuerza que, en ocasiones, enjaezada un caballo y vagaba por él durante horas hasta meterse en lugares poco recomendables para pasear, sobre todo para una joven dama.
Como ha venido siendo costumbre los últimos años, la Asociación de escritores Entre Pueblos, radicada en la Campiña sur pacense, pone en marcha el VII certamen literario Entre Pueblos en las modalidades de relato corto y poesía. Los que estéis interesados en participar, o simplemente curiosear, podéis echar un vistazo a las bases pinchando AQUÍ.
En cierta ocasión el capitán De Jonquiere llevó a Branca a una recepción que había organizado el gobernador Fonseca para agasajar a los oficiales del navío inglés que había llegado a las Azores con armamento y hombres. Aparte de la marinería, había traído consigo sesenta arcabuceros, jóvenes de piel muy blanca que apenas conocían cuatro palabras de portugués, y aún esas cuatro, más adecuadas para denostar que para comunicarse.
La recepción, a la que acudieron medio centenar de gentilhombres y principales de la ciudad de Praia, se celebró en la casa del gobernador, que era grande y lujosa y tenía un gran patio donde se habían dispuesto sillas para comodidad de los invitados. La mayoría de ellos llegaron solos, pero a unos pocos los acompañaban sus queridas y a otros tantos sus esposas, matronas respetables que miraban a las otras con ojos envidiosos. Un capitán inglés, de nombre Maynarde, acudió solo, pero uno de sus oficiales iba acompañado de una dama de trágica belleza. Era un día caluroso de junio y al atardecer cuatro músicos subieron a una pequeña tarima y tocaron unas pavanas para que los invitados pudiesen bailar. Las mujeres, al ser pocas, estaban muy solicitadas y Branca más que ninguna. En uno de los bailes, su compañero fue el capitán inglés, y en el siguiente bailó con el oficial que acompañaba a la mujer del triste semblante, un hombre duro y taciturno, de ojos claros y llorosos, que dijo llamarse Jameson.
Calentando motores para la edición de una nueva novela histórica, hoy os dejo en el blog la reseña que hizo David, en su canal de YouTube «David lee libros«, al poco de haberse lanzado a la venta la novela, hace ahora 2 añitos.
Entre el mar y la selva, en la playa del Desaguadero, Hernando tuvo una disputa con el Renegado.
Los corsarios buscaban los favores de las mujeres de los alrededores, pese a su aspecto tan salvaje. Algunas se los concedían de buen grado y otras a cambio de adornos o baratijas, pero hubo quienes prefirieron comprárselas a sus familias para tenerlas a su entera disposición, como siervas y concubinas. Entre ellos, el Renegado, que le daba a la suya un trato inhumano y vejatorio. La golpeaba, abusaba de ella o revendía su cuerpo a quien quisiera gozarlo, como un rufián de mancebía, y hasta le escatimaba la comida y el agua, de modo que en dos semanas la mujer había perdido la mitad de su peso.
En una ocasión en que se hallaban en la orilla, a la sombra de unos cocoteros para huir del bochorno del mediodía, la india cogió la cantimplora del Renegado y tomó unos sorbos de agua. Cuando este se dio cuenta, le soltó un manotazo que la derribó y lanzó la cantimplora por los aires.
—Si tienes sed, allí está el río —le gritó enfurecido, señalando hacia la desembocadura. La lengua se le trababa y se notaba que había bebido.
Indignado, Hernando se acercó a ella y le ofreció agua de su propia cantimplora.
—¿Qué hacéis, puto cabrón? Dejad en paz a mi perra —le reclamó el Renegado. Leer más
En pleno conflicto por la sucesión al trono portugués, Felipe II envió una armada al mando del almirante Pedro de Valdés para proteger las Flotas de Indias de la rapacidad de los corsarios que mareaban aquellas aguas, consolidar su dominio sobre las islas que le eran leales e intentar un acercamiento con las “rebeldes”. Pero el almirante Valdés, ávido de gloria y fama, intentó conquistar por su cuenta la isla de Terceira, que estaba controlada por los seguidores de Antonio de Avis (el otro pretendiente al trono luso), y la madrugada del 25 de julio desembarcó tres compañías de infantería en la bahía de Salga, al sureste de la isla, cerca de la actual localidad de San Sebastián. Las tropas hispanoportuguesas (había también portugueses en el bando de Felipe II) vencieron la resistencia inicial de un baluarte costero y se hicieron con una cabeza de playa en la que desplegarse, pero la población de la isla reaccionó con presteza. Las campanas de las iglesias dieron la voz de alerta y las milicias locales y voluntarios de los pueblos y caseríos aledaños acudieron a Salga para combatir a los invasores. Durante la mañana la contienda estuvo igualada, pues las tropas de Valdés, aunque menores en número, estaban mejor disciplinadas y formaban un cerrado cuadro de piqueros y arcabuceros que resistía con firmeza los embates de los defensores. Así las cosas, a un sacerdote que acompañaba a la milicia de Terceira se le ocurrió la idea de reunir un gran hato de vacas y lanzarlo contra los felipistas. La estratagema desordenó el cuadro y dejó a los soldados a merced de una nutrida e irritada hueste que los barrió del campo. Los vencedores se ensañaron con los vencidos e hicieron una carnicería que los diezmó. Una carabela de la armada recogió a los escasos sobrevivientes que consiguieron alcanzar la playa de Salga.
Según las crónicas, en el campo de batalla quedaron más de trescientos soldados con todos sus capitanes. Uno de ellos era el hijo de Pedro de Valdés y otro un sobrino de Álvaro de Bazán, quien, dos años después, precisamente otro 25 de julio, acabaría haciéndose con la isla.
Estimados seguidores de La otra literatura, esta semana os traigo una entrevista realizada por Francisco Portela, por si os apetece profundizar entre bastidores en Las islas de Poniente o conocer este blog, que vale la pena.
El blog literario «Un lector indiscreto», de Francisco J. Portela, que publicó el paso mes de abril una estupenda reseña de la novela «Las islas de Poniente» (muchas gracias Paco), ha publicado en este mes una larga e interesante (es una opinión) entrevista que me ha realizado vía email, y que podéis leer picando en la siguiente imagen:
La Asociación de escritores Entre Pueblos, informa en su blog que, finalizado el estado de alarma, por fin se falló el V certamen literario Entre Pueblos en las modalidades de poesía y relato corto.
En la modalidad de poesía, el fallo ha sido el siguiente:
Ganador: Juan Molina Guerra, de Ubrique, Cádiz.
Finalistas: Juan Lorenzo Collado Gómez, de Albacete, y Juan Manuel Saiz Rodríguez de Avezia, de Álava.
En la modalidad de relato corto:
Ganadora: Pilar Arijo Andrade, de Málaga.
Finalistas: Luis Miguel Morán Bregel, de Benidorm, Alicante, y José Ignacio Tamayo Pérez, de Getxo, Vizcaya.
Damos una especial enhorabuena a los ganadores y finalistas, pues este año el número de trabajos recibidos ha sido superior a las anteriores ediciones y, dada su excelente calidad, ambos jurados han tenido que hilar muy fino para dar el fallo.
El acto de entrega de premios se realizará, si no lo impide ningún imponderable, el sábado 19 de septiembre, por la tarde, en Azuaga, donde se les entregará a los ganadores el premio en metálico y un trofeo, y a los finalistas un diploma acreditativo. Las obras ganadoras serán publicadas por la revista de ferias del Ayuntamiento de Azuaga de 2021, ya que este verano no se editará.
«Puede que mis palabras al final se queden cortas para describir todo lo que Las islas de Poniente contiene«
Una de las reseñas sobre la novela se publicó en el blog literario y cinéfilo «Libros en el petate». Fernando, el autor de la reseña, escribe: «Puede que mis palabras al final se queden cortas para describir todo lo que Las islas de Poniente contiene y puede ofrecer al lector, pero un viaje de semejantes características, con aquellas condiciones y el misterio que envuelve a lo que ocurrió con aquellos aventureros, tiene mucho que contar pero mientras más se diga menos capacidad a la sorpresa deja uno a los futuros lectores».
Pica sobre la imagen si quieres leer la reseña