nadie sabe que va a pasar mañana

Nadie sabe qué va a pasar mañana


Nadie sabe qué va a pasar mañana es un relato publicado originalmente en la web colectiva «Salto al reverso». Un relato sobre la incertidumbre de la población civil en medio de un conflicto armado, narrado desde el punto de vista de los más débiles: de una niña que trata de comprender la barbarie de la guerra y donde … nadie sabe qué va pasar mañana.

Ya clarea la mañana y entonces pasa una avioneta. La avioneta viene delante, explorando, y detrás llegarán los helicópteros. Así que la gente empieza a cruzar el río. Primero los que pueden nadar; pero otros que no saben también se tiran al agua. Por eso, a muchos se los lleva la corriente con sus bultos de ropa y los tanates que cargan. Se ahogan. En menos de nada se ha formado el pánico y es una llorazón de la gente y una gritolera. Veo a una niña que nada para alcanzar la otra orilla. Se le hunde la cabeza y vuelve a asomar tantito más abajo. Chapotea con las manos como loca, hasta que se agota y se deja llevar por la corriente. Antes de desaparecer se vuelve un momento hacia donde yo estoy. Tiene el pelo muy negro y la piel morena y brillante de agua. No la veo más.

Más acasito hay una balsa hecha de petate. Va muy cargada y empieza a dar vueltas al entrar en lo más duro de la corriente. Se va inclinando, inclinando, hasta que se vuelca y todos los que van encima caen al agua. Hay varios niños y mujeres que patalean y bracean en el agua, a la desesperada, y un hombre agarrado aún a la balsa por un bejuco. El hombre se estira para alcanzar a los que nadan pero sólo consigue enganchar por los pelos a un chigüín. A los demás los va alejando la corriente. Una de las mujeres lleva en brazos un niño de pecho y no lo quiere soltar. Lo agarra con un brazo y con el otro intenta nadar, pero se hunde. Al final, puede más la propia vida y suelta al tiernito, que se hunde, envuelto entre pañales azules y blancos, parece una flor caída al agua. La mujer, entonces, nada hacia la balsa y se agarra a ella.

Nunca antes había visto cosas así. Mis ojos lloran y siento como una angustia grande por todos los que se ahogan. Me entra un temblor al pensar en esos pequeños iguales a mis hermanos, en si nos pasará lo mismo a nosotros. Ya no quiero cruzar el río. Estoy abrazada a mi madre y mis hermanos, formamos todos una piña. Mi tío dice que hay que cruzar antes de que lleguen los militares. Sí o sí, dice. Mi padre se anima y botan la balsa, pero no cabemos todos y hay que dar varios viajes. Yo voy en el primero, sujeta con una mano a un madero. A mi hermano pequeño tienen que amarrarlo porque da unos grandes gritos y se mueve y no quiere meterse en la balsa. Mi tío y mi padre van nadando a los lados de la balsa, metidos en el agua. Yo voy nadando también, y por ratos siento que me hundo, pero primero Dios llegamos al otro lado. Y yo tan feliz porque no ha aparecido la aviación y pienso que ya no podrá pasarnos nada. Mientras mi padre se vuelve con la balsa para dar otro viaje, me quito el vestido allí mismo, en la orilla, lo escurro bien y me pongo el otro que llevo, que no se ha mojado y está seco. Ya se ve el sol por encima de los paredones que dan al río y empieza a hacer calor. Mi padre y el tío Luis regresan con el último viaje. Entonces se oye el papaloteo del helicóptero y a todo el mundo le entra el terror. Viene volando bajito, por el propio río, y se queda suspendido en el medio. Forma un vendaval perro que nos salpica de agua, como si estuviera lloviendo. Desde dentro disparan en todas direcciones. Es como un trueno continuado. La gente es toda carreras. Meto la ropa mojada en la cebadera y yo también corro. Me tropiezo y caigo al suelo. Lo veo todo rojo. Me duele en alguna parte, me duele mucho. Mi padre me recoge. Me lleva en brazos como cuando era pequeña, muy apretada, pero no me hace daño. Me acurruco entre sus brazos. Tengo la cabeza apoyada en su hombro y miro hacia atrás. Veo a los soldados allá arriba, dentro de la panza del animal. Se ven los destellos brillantes de los disparos. Son como estrellitas amarillas con tres puntas. Pero no se sabe a dónde va cada bala, de qué fusil proviene. El humo de la pólvora forma una neblina sobre el río y las aguas van volviéndose de color rojo.

Nos metemos en medio del charral, cerca del río, para ocultarnos. Mi padre me deja en el suelo, y aunque la mañana ya está avanzada, siento un gran frío y el cuerpo tan pesado como si fuera una piedra. Parece que se me escapa la sangre por las puntas de los dedos y por las niñas de los ojos. Las hojas de los árboles se mueven tantito. Aún se oyen algunos disparos ralos, perdidos. Todos están cansados, sin ánimo, y nadie sabe qué va a pasar mañana.


by

Comments

16 respuestas a “Nadie sabe qué va a pasar mañana”

  1. Avatar de Carlos Montalleri

    Impresionante testimonio, contado con la naturalidad de una niña. Muy emotivo y doloroso. Gracias por compartirlo. Un abrazo.

    Le gusta a 1 persona

    1. Avatar de julioalejandre

      Estas vivencias hay que contarlas para que no se repitan. Un abrazo, Carlos

      Le gusta a 1 persona

  2. Avatar de animanima

    Tremendo relato, que afortunados somos y que poco lo valoramos a veces… Gracias por este relato

    Me gusta

    1. Avatar de julioalejandre

      Es cierto, vivimos dentro de una burbuja y a veces conviene mirar más allá. Gracias por tu comentario 🙂

      Me gusta

  3. […] a través de Nadie sabe qué va a pasar mañana — El blog de Julio Alejandre […]

    Me gusta

    1. Avatar de julioalejandre

      Gracias por compartir

      Me gusta

  4. Avatar de valverdedelucerna
    valverdedelucerna

    Me ha producido un impacto inenarrable. Tristes guerras, que lleva a los más humildes a jugarse la vida. Siempre los más humildes.
    Un saludo.

    Le gusta a 1 persona

    1. Avatar de julioalejandre

      Siempre los mas humildes, y a menudo, y por desgracia, los niños. Un fuerte saludo!!

      Me gusta

    1. Avatar de julioalejandre

      Gracias por comentar, José Luis. Saludos

      Le gusta a 1 persona

  5. Avatar de blogentrepueblos

    Un relato capaz de desollarte la piel, totalmente conmovedor. No dejes de escribir, Julio. Abrazos

    Le gusta a 2 personas

  6. Avatar de kutukamus

    A very sad morning at the river (and some really good story) 🍸

    Me gusta

    1. Avatar de julioalejandre

      That’s right, a very sad morning. Thanks for comment

      Me gusta

Responder a julioalejandre Cancelar la respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: