La aldea fue un pueblo en su día, y de cierta entidad, porque el casco urbano no es pequeño. Ahora quedarán diez o quince vecinos, viejos reviejos que toman el sol en sillas de anea mientras airean una y otra vez los mismos recuerdos. Aquí no hay alcalde y depende, administrativamente, de otro pueblo. El abandono se nota por todas partes: casas ruinosas, tejados caídos, huertos enmarañados, los huecos oscuros de puertas y ventanas que hace tiempo se pudrieron. La iglesia está cerrada a cal y canto. Hace años que no baja ningún padre a dar misa, me han dicho. En el huerto trasero hay un cementerio : árboles añosos, hiedras, zarzas, una alfombra de hojas muertas. Las tumbas están señaladas por herrumbrosas cruces de hierro o desmoronadas lápidas de piedra y, aún así, algunos ramos de flores, algunas cintas, desafían al olvido. Al fondo, en el rincón más umbrío, hay una lápida con una hornacina de cristal que guarda un libro. Un libro viejo, con la portada gastada por el sol y las inclemencias. No puedo evitar la tentación de abrirla, el candado roñoso no es obstáculo, y sacar el libro. Las páginas, húmedas y amarillentas, se desprenden al pasarlas. Busco el título: Vida y costumbres en Argentina, por un tal Ernesto Portales. La impresión es muy antigua, pero la fecha de edición es ilegible; sin embargo, más arriba puede leerse una dedicatoria: Con todo el cariño, te recuerda esta Navidad: Juan José. Diciembre de 1904.
La hornacina y el libro
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10 respuestas a “La hornacina y el libro”
me a gustado mucho,pues mientras lo leìa
sentia que estaba en ese lugar
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Hola Kelly. Qué bien que te haya podido «transportar» a ese lugar a medio camino entre la imaginación y los recuerdos.
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Esto tiene muy buena pinta, me ha recordado de forma lejana a las leyendas de Becker, pues desprende cierto halo de misterio. Si es el comienzo de de una historia, promete interesante.
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Bueno, Elfo, de momento es sólo una nota suelta y quizá el hilo de inicio de un relato breve.
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Muy buen comienzo. Redondo. Casi magistral. Muy sugerente e inevitablemente evocador, sobre todo para cualquiera que haya estado alguna vez en su vida en un lugar semejante. Aunque deja con las ganas de más, serviría también como microrrelato.
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Era el inicio de un cuento: lo escribí para recordarlo, pero he olvidado completamente el argumento y sólo me han quedado esas líneas.
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Comienza muy bien el relato y muestra la realidad de muchos de nuestros pueblos, luego cambia y se inicia un nuevo camino que tiene muy buena pinta si continúa, a no ser que cada uno le pongamos la continuación en nuestra imaginación.
Un saludo.
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Una imagen como esta desata, ya de por sí, mil historias posibles
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«Las tumbas están señaladas por herrumbrosas cruces de hierro o desmoronadas lápidas de piedra y, aún así, algunos ramos de flores, algunas cintas, desafían al olvido».
Una muestra de buen trato a la escritura; una historia mínima con el ritmo y las palabras justas.
Saludos.
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Gracias por el cumplido, Alfonso
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