Estimados seguidores de La otra literatura, esta semana os traigo una entrevista realizada por Francisco Portela, por si os apetece profundizar entre bastidores en Las islas de Poniente o conocer este blog, que vale la pena.
El blog literario “Un lector indiscreto”, de Francisco J. Portela, que publicó el paso mes de abril una estupenda reseña de la novela “Las islas de Poniente” (muchas gracias Paco), ha publicado en este mes una larga e interesante (es una opinión) entrevista que me ha realizado vía email, y que podéis leer picando en la siguiente imagen:
La Asociación de escritores Entre Pueblos, informa en su blog que, finalizado el estado de alarma, por fin se falló el V certamen literario Entre Pueblos en las modalidades de poesía y relato corto.
En la modalidad de poesía, el fallo ha sido el siguiente:
Ganador: Juan Molina Guerra, de Ubrique, Cádiz.
Finalistas: Juan Lorenzo Collado Gómez, de Albacete, y Juan Manuel Saiz Rodríguez de Avezia, de Álava.
En la modalidad de relato corto:
Ganadora: Pilar Arijo Andrade, de Málaga.
Finalistas: Luis Miguel Morán Bregel, de Benidorm, Alicante, y José Ignacio Tamayo Pérez, de Getxo, Vizcaya.
Damos una especial enhorabuena a los ganadores y finalistas, pues este año el número de trabajos recibidos ha sido superior a las anteriores ediciones y, dada su excelente calidad, ambos jurados han tenido que hilar muy fino para dar el fallo.
El acto de entrega de premios se realizará, si no lo impide ningún imponderable, el sábado 19 de septiembre, por la tarde, en Azuaga, donde se les entregará a los ganadores el premio en metálico y un trofeo, y a los finalistas un diploma acreditativo. Las obras ganadoras serán publicadas por la revista de ferias del Ayuntamiento de Azuaga de 2021, ya que este verano no se editará.
“Puede que mis palabras al final se queden cortas para describir todo lo que Las islas de Poniente contiene“
Una de las reseñas sobre la novela se publicó en el blog literario y cinéfilo “Libros en el petate”. Fernando, el autor de la reseña, escribe: «Puede que mis palabras al final se queden cortas para describir todo lo que Las islas de Poniente contiene y puede ofrecer al lector, pero un viaje de semejantes características, con aquellas condiciones y el misterio que envuelve a lo que ocurrió con aquellos aventureros, tiene mucho que contar pero mientras más se diga menos capacidad a la sorpresa deja uno a los futuros lectores».
Pica sobre la imagen si quieres leer la reseña
A mí también me gustan Las islas de Poniente.
Álvaro, un amigo de la novela histórica, nos lee un pasaje de Las islas de Poniente en el que se narra el flechazo del protagonista por doña Elena, una dama de la alta sociedad indiana.
El Galeón de Manila fue la línea marítima más longeva de la humanidad: duró más de 250 años.
Os dejo con esta interesante entrevista realizada en la sección “La espada y la pluma”, de Radio Ya, a Francisco Moreno, especialista en las navegaciones por el Pacífico, que nos revela algunos secretos sobre esta empresa tan poco concido de nuestra historia. Espero que os guste
Lectura de unas páginas de la novela “Las islas de Poniente” donde se trata de una enfermedad contagiosa que se declara a bordo de la nao Santa Ysabel.
Los irlandeses nos sacan los colores produciendo una película sobre la Armada Invencible
Es decir, una película sobre nuestra propia historia. Curiosamente, o no, ha sido otro país el que ha producido una película sobre la famosa, controvertida y desconocida historia de la Armada Invencible, que, por cierto, nunca se llamó así, sino Feliz Armada o Gran Armada (lo de “invencible” fue invención inglesa). “Armada 1588: Naufragio y supervivencia” relata la gesta del capitán español Francisco de Cuéllar, cuyo barco encalló frente a las costas de Irlanda tras el fracaso de invadir Inglaterra . La película está disponible en la web: https://www.spanisharmadaireland.com/
1595. Un nuevo mundo. Un planeta por descubrir. ¿Te subes a la nao Santa Ysabel?
“Las islas de Poniente” cumplen 1 año desde su publicación. Reseña de Carla lee libros.
Una vez lanzada “al aire”, la novela deja de ser propiedad del autor para convertirse patrimonio del crítico y, sobre todo, del lector. Durante estos 12 meses ha cosechado numerosas críticas y reseñas, en general positivas, y he recibido las impresiones de numerosísimos lectores que me ayudarán (que me están ya ayudando) a mejorar como escritor. En este post dejo la reseña de una joven lectora. ¿Quién ha dicho que la novela histórica no es un género literario para las mujeres? ¿Quién ha dicho que la novela histórica no sea un género literario para los jóvenes? Creo que Carla no opina lo mismo. ¡Gracias por tu reseña sobre «Las islas de poniente»!.
Te había conocido una tarde, meses atrás, en una asamblea que hubo frente a la tarima del campamento cinco. El sol caía hacia poniente y el viento levantaba nubecillas de polvo. De pronto, levanté la vista y allí estabas tú, al fondo y un poco a contraluz. Llevabas zapatillas blancas, calcetines amarillos y un vestido verde manzana que el viento pegaba a tu cuerpo y te marcaba las formas. Tenías el pelo largo, muy negro, recogido con dos prendedores y tus ojos oscuros me dirigieron una mirada que tuvo algo de de contacto físico, como un golpe o, al menos, una sacudida. Pero cuando logré reponerme de la impresión, habías desaparecido.
Estuve varias semanas indagando discretamente por “la chica del traje verde manzana”, hasta que te localicé: se llama fulana, me dijeron, vive por allá y quiere aprender inglés. Para poder acercarme a ti, le propuse al comité de educación encargarme de dar las clases de inglés en la escuela nocturna, aunque apenas supiera pronunciar más que hello y goodbye. Así que nos conocimos oficialmente en el aula donde, dos veces por semana, se impartían las clases. Aquella aula se llenaba de zancudos y se oían más las palmadas con que los matábamos que mis torpes lecciones. Pero así es el amor, que no entiende de idiomas, ni de bichos. Leer Más
En marzo ha hecho ya diez meses de la publicación de la novela Las islas de Poniente, con la editorial Pàmies, en la colección de Narrativa Histórica, y ha llegado el momento de detenerse, echar la vista atrás y pasar revista de lo que la novela ha dado de sí. Y qué mejor manera que hacerlo que a través de las opiniones de los demás. Durante estos meses, varios han sido los reseñadores, blogueros y periodistas que han puesto por escrito, o a través de vídeos, sus opiniones sobre la novela. Si estáis interesado en conocerlas, a continuacion os dejo los enlaces:
Autores, blogueros, booktubers, escuelas de escritura e incluso algunas de nuestras editoriales de cabecera han puesto en marcha iniciativas gratuitas para hacer más llevadera la reclusión en casita. “La otra literatura” también quiere aportar su granito de arena ofreciendo la descarga gratuita, desde mañana jueves hasta el lunes 6 de abril, inclusive, del ebook Seis mil lunas, de Julio Alejandre. Se trata de 14 historias de personas concretas, de carne y hueso, sacadas de la América Latina de hoy, que nos transmiten sus derrotas, sus desventuras, sus esperanzas y su búsqueda de una vida mejor.
Disponible en el siguiente enlace:
Era tarde. Había caminado durante horas a través del bosque, quizá no había hecho más que dar vueltas en un cuadrilátero, como un boxeador, sin llegar a ninguna parte. Pero ya no se movía. Estaba recostado sobre el tronco de un árbol, desfallecido. No veía absolutamente nada, ni siquiera su propio fusil, que a intervalos irregulares montaba y disparaba al aire. El fogonazo lo cegaba y durante unos momentos no había nada más que una claridad deslumbrante, como cuando de pequeño intentaba mirar al sol, pero después venían a sus ojos, en negativo, las imágenes de los troncos que lo rodeaban, de su propio cuerpo, de la nieve amontonada. No lo hacía, lo de disparar, porque tuviera esperanza en que alguien fuera a responder, sino para no reconocerse definitivamente vencido.
La tormenta había aflojado un poco, nevaba con menos intensidad y la temperatura seguía cayendo; sin embargo, cada vez sentía menos la fiereza del frío. Su cuerpo estaba tan aterido que sólo tenía conciencia de un malestar desapacible, de un dolor romo que le entumecía los nervios. Sabía que estaba empezando a congelarse, pero no tenía fuerzas ni ánimos para continuar marchando: “La desesperanza te ha ganado”, le habría dicho el sargento Patiño. Montalvo hizo un esfuerzo, con movimientos torpes cargó el fusil y lo disparó. Otro destello deslumbrante. Esta vez la luz se mantuvo durante un momento a su alrededor, hipnótica, iluminando rincones interiores que no eran de este presente.
Los pensamientos perdían claridad, deslizándose entre ellos un carrusel alocado de recuerdos: la fotografía de su novia, la que le había obsequiado a pie de andén y perdió durante el viaje; las manos sonrosadas y las uñas largas y pintadas de rojo oscuro de la mujer que tomaba sus datos en el campamento, la sala llena con banderas e insignias; se acordaba del padre Esteban, el profesor de latín en el internado de Don Benito, ¿de qué le había servido el latín?, que se levantaba la sotana y jugaba con ellos al fútbol en el descampado de la Avenida como si fuera un alumno más; de Martín Navas, su compañero de pupitre; de su hermano, que cayó en Teruel, lo veía cargando costales de aceitunas en las bestias sin ayuda de nadie, del hogar grande que había en la casa familiar, donde se quemaban enormes troncos de olivo que llenaban la cocina de humo picante, todos sus hermanos sentados alrededor del fuego, en sillas de anea, su madre, con el pañuelo anudado en la cabeza, preparando la matanza, su padre, liando cigarros y contando chascarrillos, otra vez su novia llorando en la estación de Atocha, con su vestido de color negro, como si fuera ya una viuda, el tren que se alejaba hacia la frontera, un paisaje desolado y llano, las mujeres agachadas sobre la tierra en las planicies sin fin, y el caos de la guerra, con nieve, con barro, con calor, los compañeros caídos, despanzurrados, rotos, los medio vivos y los medio muertos, el olor a podredumbre de los heridos, amontonados a la espera de una evacuación que siempre llegaba demasiado tarde, el zumbido de los obuses, el estruendo de la explosión, el tableteo de las ametralladoras, la desbandada y la derrota, y su única elección en esta tormenta, aunque elegir, lo que se dice elegir, no lo había hecho nunca, su única elección que era la supervivencia, había que joderse, extraños caminos para lograrlo.
Y debía ser ese instinto de vivir, mecánico y testarudo, el que tiraba de vez en cuando de un pensamiento redentor, rescatándolo del olvido: no te rindas, no te rindas, ¡no te rindas! Y el hombre volvía a cargar el fusil, pero no le quedaban fuerzas para halar del cerrojo. No te rindas, repetía el pensamiento. “La última vez”, se dijo él, no porque no le quedase munición, que tenía veinte o treinta cartuchos aún, sino porque no le quedaba voluntad. Pero con todo y eso tiró del cerrojo y montó el arma. Vio el fulgor poderoso que se apagaba gradualmente en una oscuridad total. Y también el destello que lo siguió, más pequeño y rojizo, como un eco lejano. No he sido yo, pensó de golpe, en un chispazo de entendimiento de su mente aturdida.
No he sido yo.